Cuento Atrás es el nombre seleccionado para la antología de relatos de los alumnos del Aula de Escritores correspondiente al curso 2008-2009.

lunes, 19 de julio de 2010

Conchi Chillón


Nombre: Conchi Chillón

Relatos: “Liberación”


Nací un sábado por la tarde de un caluroso y pegajoso día de agosto como lo suelen ser en Barcelona. Sí, de agosto… Soy de esas… De esas de las que es fácil olvidar felicitar el cumpleaños; de esas que nunca llevó una enorme corona de cartulina en el parvulario; de esas que suele celebrarlo en septiembre cuando todo el mundo vuelve al mundo. Pero me gusta. Sólo es una fecha. Me gustan más las fiestas de cualquier día del año, cuando las más variopintas excusas llueven con facilidad sobre el líquido elemento que conforma nuestro entusiasmo.
Quizás por eso, por ser Leona, y quizás también porque mi infancia y adolescencia corrió por los pasillos de un colegio de monjas, primero, y uno de curas, después (estocada y rematada), huí siempre hacia una libertad que parecía demasiado encorsetada para mi inocente e ingenua conciencia forjada en la educación postfranquista. Por suerte (y por talentosa) no salí muy perjudicada de mi periplo colegial; ni me volví turulata, ni me volví gilipollas; aunque sí un poco escéptica, de todo en general, y en particular también, para qué vamos a engañarnos. ¿Y quién me salvó? Tachán, tachán… ¡los libros! “Qué previsible” –dirán algunos. Pues sí, y qué razón tienen, pero fueron ellos (los libros) quienes me aportaron el porcentaje de libertad necesario para compensar el equilibrio de la balanza de mi cabeza (y bueno, ahora no entraré aquí a citar a mis amigos y novios que también pusieron su granito de arena). Los devoraba con placer y obsesión (los libros, digo); incluso aquellos que reposaban en la biblioteca de mi padre y que, con una relectura posterior, descubrí que, en aquellos primeros y tiernos años de lectora, no me había enterado de la misa la mitad. Pero yo insistía, tozuda como una mula, enfrentándome a mi padre en una discusión donde mis “¿por qué?” sólo encontraban respuesta en cosas del estilo como “¡porque sí! ¡porque soy tu padre y sanseacabó!” Una vez incluso llegó a prohibirme volver a leer “La historia interminable” de Ende (me lo leía por lo menos una vez al año) advirtiéndome severo que acabaría pareciéndome al Caballero de la Triste Figura, el Señor Don Quijote, que yo reverenciaba de lejos todavía, pero al que envidiaba porque, si me tenía que volver loca leyendo, no encontraba una manera mejor para entrar en la locura. Por eso me llaman la Extraviada Rebelde del Mundo Aparte, y ése es mi pseudónimo, salido de las iniciales de cada palabra: Erma.
La libertad total llegó cuando me abrieron las puertas del colegio y, aleteando con gracia y pisando con garbo, corrí a zambullirme en lo que se consideraba un futuro profesional más que incierto en el que me moriría de hambre. Pero eso me daba igual. Los cuatro años que estuve recorriendo los pasillos y las aulas del departamento de Historia del Arte fueron, casi, los más felices para mí, y aún hoy puedo decir que volvería a cursar la misma carrera. Y a los escépticos les di con un canto en los dientes cuando, nada más salir del nido universitario, y después de haber currado unas horitas como becaria en el MNAC, me presenté en el lugar adecuado y en el momento adecuado, y me contrataron en la galeria Art Petritxol de Barcelona. Pero yo quería más; no sé si por ambición o por formación, o quizás por las dos cosas, acabé metiéndome en el pavoroso y esclavo mundo del doctorado.
Mientras trabajaba de lunes a sábado y cumplía mis deberes académicos de investigación, escribí siete artículos para la revista Clío. En Art Petritxol tuve la oportunidad de escribir biografías de pintores, presentaciones a catálogos de exposición, e incluso participar en el proceso de edición del libro “Opisso” del periodista y crítico de arte Josep M. Cadena, realizando la traducción del texto al castellano. Es evidente que mi vena literaria había dejado paso al toque más ensayístico que imponía mi profesión. Pero ocho años después, cuando me quedé sin trabajo a causa de las fluctuaciones vacilantes del mercado del arte, tuve que pararme un momento y coger aire para decidir qué quería hacer con mi vida. Y decidí dos cosas: una, que acabaría la tesis doctoral, porque no era plan de quedarme por el camino después de todo el esfuerzo que había hecho; y dos, que quería escribir, y me apuntaría a un taller de novela para que me ayudaran a dar forma a la que hacía tiempo me rondaba en la cabeza y con la que lidiaba en las madrugadas mientras infinidad de páginas se derramaban por la pantalla de mi ordenador sin orden ni concierto.
¿Y qué pasó? Pues que, un año después, he acabado mi primera novela: “El Capricho de Oscar Wilde”, estoy a punto de finalizar mi tesis doctoral sobre el pintor barcelonés Ramon Martí Alsina, del siglo XIX, y seré profesora auxiliar en el curso 2009-2010 de Novela I en el Aula de Escritores.
¡Ah! Se me olvidaba… En “Cuento Atrás” publico el relato “Liberación”.

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