Nombre: Roser Herrera
Edad: 32 Años
Relatos en Cuento Atrás: “Pero, ¿quien mató al príncipe?” y “Una idea en el mundo real”
Nací en Barcelona el 2 de agosto de 1977 después de permanecer unos diez meses en el claustro materno. Creo que en ese momento ya me molestaba un poco nacer justamente cuando se suponía que debía hacerlo, así que decidí retardarlo (la que quizás no estuvo tan contenta con mis reivindicaciones prenatales fue mi madre, que tuvo que esperar todo un mes más en pleno verano).
Escribir siempre me ha gustado. A los ocho años, andaba por casa encima de unos viejos zapatos de tacón hasta la máquina de escribir (semi-automática, toda una modernidad del momento), me colocaba unas gafas viejas de pasta sin cristal y un lápiz en la boca a modo de cigarrillo (esa era mi imagen infantil del escritor) y me pasaba horas aporreando las teclas escribiendo historias.
Hubo varios motivos por los cuales durante algunos años dejé de escribir, entre los cuales está el haber descubierto autores que me parecieron buenísimos y me acomplejaron como escritora, estudiar Derecho o dejarme llevar por el descontrol hormonal, pero siempre pensé que era algo que quería hacer “de mayor”.
La crisis de los treinta fue el detonante que necesitaba para reemprender esta actividad que tanto me había gustado. Bajo el lema “basta de vivir la vida en stand by” decidí volver a ponerme en marcha y para desoxidarme me apunté al Aula de Escritores.
Actualmente, a parte de intentar quitarme el óxido, trabajo en la Agencia Catalana del Agua (que no hay que confundir con Aguas de Barcelona, tenemos menos torres y somos un poco más extravagantes, traemos agua en barco cuando hay sequía y cosas de esas).
Allí me paso el día escribiendo acerca de cosas que no entiende prácticamente nadie sobre la construcción de escaleras de peces para restaurar la conectividad fluvial o las concesiones de aguas públicas, y creo que esta es otra de las causas de mi regreso a la escritura: la necesidad de comunicarme e intentar que los demás entiendan algo de lo que quiero decir.
En “Cuento Atrás” se publicarán mis dos relatos “Una idea en el mundo real” y “Pero… ¿Quién mató al Príncipe?”, que escribí básicamente para intentar meterme en el mundo de la Antología, conseguir formar parte del Comité y disfrutar de la democracia en todo su esplendor votando y discutiendo sin parar.
Escribir siempre me ha gustado. A los ocho años, andaba por casa encima de unos viejos zapatos de tacón hasta la máquina de escribir (semi-automática, toda una modernidad del momento), me colocaba unas gafas viejas de pasta sin cristal y un lápiz en la boca a modo de cigarrillo (esa era mi imagen infantil del escritor) y me pasaba horas aporreando las teclas escribiendo historias.
Hubo varios motivos por los cuales durante algunos años dejé de escribir, entre los cuales está el haber descubierto autores que me parecieron buenísimos y me acomplejaron como escritora, estudiar Derecho o dejarme llevar por el descontrol hormonal, pero siempre pensé que era algo que quería hacer “de mayor”.
La crisis de los treinta fue el detonante que necesitaba para reemprender esta actividad que tanto me había gustado. Bajo el lema “basta de vivir la vida en stand by” decidí volver a ponerme en marcha y para desoxidarme me apunté al Aula de Escritores.
Actualmente, a parte de intentar quitarme el óxido, trabajo en la Agencia Catalana del Agua (que no hay que confundir con Aguas de Barcelona, tenemos menos torres y somos un poco más extravagantes, traemos agua en barco cuando hay sequía y cosas de esas).
Allí me paso el día escribiendo acerca de cosas que no entiende prácticamente nadie sobre la construcción de escaleras de peces para restaurar la conectividad fluvial o las concesiones de aguas públicas, y creo que esta es otra de las causas de mi regreso a la escritura: la necesidad de comunicarme e intentar que los demás entiendan algo de lo que quiero decir.
En “Cuento Atrás” se publicarán mis dos relatos “Una idea en el mundo real” y “Pero… ¿Quién mató al Príncipe?”, que escribí básicamente para intentar meterme en el mundo de la Antología, conseguir formar parte del Comité y disfrutar de la democracia en todo su esplendor votando y discutiendo sin parar.
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