Cuento Atrás es el nombre seleccionado para la antología de relatos de los alumnos del Aula de Escritores correspondiente al curso 2008-2009.

lunes, 19 de julio de 2010

Oscar Tomé


Nombre: Oscar Tomé

Relatos: “Trabajo itinerante”, “Sexo a la tercera”


Me aventuré a nacer en el año en que el Escorpión caminaba por la casa de Venus y se detuvo a echar una meadita en el arroyo de Géminis… o lo que viene a ser lo mismo, en Noviembre del 75.Y digo que me aventuré a nacer porque esa fue la motivación que me impulsó a quebrar aguas (lo de la lírica me viene de pequeño). Ya en el útero materno cada vuelta de campana se convertía en toda una aventura a vivir, en una pequeña historia por desvelar; “Las 20.000 leguas de viaje sub-intestinal”; “Sherlock Riñón y el hígado de los Baskerville”; “La isla lumbar del tesoro ovular”, etc.Fue en una de estas aventuras en las que me descuidé y acabé aterrizando en las frías manos de un bedel (el médico se había ido a tomar unos cubatas). Nueve meses después de sufrir una horrible metamorfosis (que ríete o descojónate tú de la de Kafka) encontré el valor suficiente como para lanzarme en picado a través de una grieta que llevaba tiempo escudriñando, con tan mala pata que olvidé atar el cordón ese tan majo que llevaba de serie. Así que allá fuimos, cordón y yo mismamente deslizándonos por una grieta en cascada. Más tarde me enteraría de que esa traicionera grieta era una vagina y la dueña, mi madre. Y el señor de bigote que me daba con los pelos de una fregona en las nalgas, el bedel.
La adolescencia transcurrió más o menos igual. En lugar de escapar de vaginas misteriosas, soñaba con repetir el camino pero a la inversa (con distintos resultados… distintos a “éxito” y muy parecidos a “fracasos”) y aterrizando en las frías manos de bedeles (el mismo médico seguía de cubatas) cuando mi miopía me lanzaba de cráneo contra paredes muy mal ubicadas. Aunque lo que seguía de forma invariable eran las ganas de ver aventuras y melodramas donde otros veían rutina y vida tópica.
Y ahora, en la madurez de la vida (eufemismo para hacer ver que ya no aguanto una noche entera en vela [provocado por pesadillas con bedeles de manos frías y vaginas aterradoras brrrrr] ) he descubierto dos fenómenos asombrosos. El primero es que mis pelos craneales tienen tendencia por practicar el puenting extremo sin cuerda. Y el segundo es que mis esbeltos y estilizados dedos de pianista (eufemismo de nuevo para hacer ver que lo de arar el campo se me da fatal) tienen tendencia a querer narrar las aventuras y desventuras de lo cotidiano tal y como las percibo. Ha sido de esta forma como recalé en el Aula de Escritores y sin saber muy bien cómo (ya que no hubo vagina ni bedel implicados) conseguí colar dos relatos en la antología que tan amorosamente se está preparando: “Trabajo itinerante” y “Sexo a la tercera”.

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